blanco

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Esta cualidad elusiva que causa el pensamiento de la blancura cuando se divorcia de asociaciones más amables, y unida a cualquier objeto terrible por sí mismo, eleva el terror a sus límites más lejanos. De ello dan testimonio el oso blanco de los polos y el tiburón blanco de los trópicos, ¿qué otra cosa más que su suave y rara blancura los convierto en unos horrores tan trascendentes? Esa espantosa blancura es lo que confiere una detestable afabilidad, más odiosa que terrorífica, al mudo deleite de su aspecto. De modo que ni el tigre de fieros colmillos con su heráldico manto puede hacer que el valor se tambalee tanto como el oso o el tiburón envueltos en su blanco sudario.

Herman Melville, Moby Dick. 1851

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